INTRODUCCIÓN AL MORADO

La luz se dispersa al contacto con un prisma de cristal, es así como se forma un espectro con siete colores visibles para el ojo humano, el último de ellos es el violeta; un tono reproducible por medio de la mezcla de los primarios rojo y azul, que a su vez puede variarse hasta conseguir toda una gama que incluye tanto al morado, como al lila o al púrpura.

Yo me encuentro oscilando entre esa gradación violácea, se refleja su presencia en mi apariencia, mi arreglo; pero hablo también de mi carácter, me refiero a lo que comúnmente se conoce como “el interior”, insinuando así una analogía con ciertos atributos de los que diversas interpretaciones le adjudican a esta tonalidad.

El morado representa majestuosidad, de esa connotación puedo extraer la sugerencia de dignidad y una mentalidad pensante; se perciben madurez y sabiduría desde el exterior pues se encuentra en equilibrio con el azul y el rojo, frío-cálido, pasivo-activo, razón-pasión, calma-entusiasmo, femenino-masculino, etc. Puedo actuar en consecuencia de un razonamiento; sin embargo, aún existe el otro lado, en el que el pensamiento es regido por los sentimientos, es el cerebro, actuando como fabricante y moderador de ambos procesos el que elige cuándo es posible descargar esa acumulación de impulsos anímicos.

De manera que así como el verdadero violeta espectral no puede ser reproducido en un monitor, una parte esencial de mí misma no puede ser proyectada en la pantalla que los demás verán. Las personas suelen precibir el aplomo purpúreo, pero son los que miran otros ángulos, desde diferentes perspectivas, quienes conocen esa lilácea melancolía oculta a simple vista, la que requiere contemplación.

22 oct 2009

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